Una de bocetos (V)

¡Más bocetillos del año pasado para no dejar este blog del todo parado este verano!

Experimentando con animales: rotulador de punta fina y lápices de colores.

Una niña y su elefante rosa. Rotulador de punta fina y lápices de colores.

Blanco y negro. Rotulador de punta fina.

Lágrimas de la noche. Rotulador de punta fina, tinta blanca y un toque de plateado.

Una pequeña hada. Rotulador de punta fina y lápices de colores

Cualquier momento es bueno para practicar. La prueba es este bocetillo de 20 minutos que hice en mi Moleskine con un boli y un rotulador en la oficina, durante la hora libre para comer.

Kathy y la Luna

En la Luna vivía una hermosa dama, que se enamoró de un campesino. Tuvieron un bebé, pero ella no podía quedarse en la Tierra, así que volvio a su hogar en la Luna, donde debía estar, y bajaba a visitar a su bebé de vez en cuando. Hasta que un día el campesino murió y el bebé se perdió y nadie lo volvió a ver, aunque cuentan que la Luna lo vigila y protege desde el cielo.
Esta es la historia que Kathy cuenta una y otra vez en el orfanato donde se ha criado desde que la encontraron, abandonada en el bosque, acunada por el aullido de los lobos. La niña, triste y extraña, siempre la ha recordado y nadie sabe de dónde o de quién la sacó…

Lápices de colores, tinta blanca y rotulador plateado sobre papel negro. Tamaño A3.

Esta historia me la inventé cuando tenía unos 11 años. En realidad es mucho más larga, y contenía más personajes. A Kathy la adoptaba una señora adinerada con un hijo de su misma edad, y ella se iría a vivir a su mansión y seguiría tan extraña como siempre. También aparecería una mujer muy hermosa que se había perdido y llegaría a la mansión una noche. Y sí, los lobos volverían a aparecer, de alguna manera. Ademas, había varias versiones diferentes de ciertas partes de la historia, especialmente en el relato de la Luna, el campesino y su bebé. De todos modos, nunca llegué a desarrollar la historia del todo, así que no hay necesidad de contar mucho más. Este dibujo es una especie de ilustración de esa historia.

Lo cierto es que de niña siempre me estaba inventando historias. Esta es tan sólo una de muchas. Nunca llegué a escribirlas, porque por extraño que os pueda parecer, no me gustaba escribir (de verdad de la buena). Tampoco se me ocurrió nunca hacerlo. No eran historias para ser escritas; simplemente me gustaba verlas en mi cabeza una y otra vez.

Quién sabe, tal vez un día de estos me dé por hacer más dibujos de aquellas historias inventadas de mi niñez que aún hoy en día sobreviven dentro de mi cabeza.